sábado, 9 de abril de 2011

Batallas de la primera guerra mundial


La Batalla de Verdún fue la más larga de la Primera Guerra Mundial, y la segunda más sangrienta tras la Batalla del Somme. En ella se enfrentaron los ejércitos francés y alemán entre el 21 de febrero y el 19 de diciembre de 1916, alrededor de Verdún, en el nordeste de Francia. El resultado fue de un cuarto de millón de muertos y alrededor de medio millón de heridos entre ambos bandos.

La batalla se popularizó por el famoso «¡No pasarán!» dicho por el comandante francés Robert Nivelle.

En el terreno donde se llevaron a cabo los enfrentamientos se construyó un memorial donde reposan mezclados los restos de miles de soldados de los dos países que no pudieron ser identificados.

El territorio de Verdún fue desde siempre un lugar inexpugnable durante toda la historia desde Atila hasta la Guerra Franco-prusiana. En 1914 era un lugar simbólico y estaba magníficamente fortificado y con apoyo de artillería.

Después de que los alemanes fracasaran en conseguir una victoria rápida sobre Francia, la lucha en el frente occidental se convirtió en una Guerra de trincheras.

En 1915 el comandante en jefe alemán Erich von Falkenhayn planeó un ataque a Francia, desoyendo los consejos de Hindenburg, que prefería terminar totalmente con el frente ruso y esperar a que Serbia fuera también definitivamente aplastada. El plan consistía en una guerra de desgaste contra las tropas francesas para conseguir el mayor número de bajas de soldados y de material. La situación de los aliados era bastante preocupante pues aunque habían frenado en diversas ocasiones a los Imperios Centrales, éstos se hallaban en disposición de lanzar un ataque masivo en Francia si lograban acabar con el frente oriental, y probablemente ese ataque sería definitivo. Mientras que los aliados planeaban un ataque conjunto de Francia, Gran Bretaña, Rusia e Italia a ambos lados del río Somme el Estado Mayor alemán presentaba sus planes al káiser Guillermo II. El plan alemán se basaba en que el mayor enemigo era Inglaterra y su "mejor espada" era el ejército francés, por ello se veían obligados a desangrarlo.

La elección de Verdún fue decidida debido a que Verdún, dividida en dos por el río Mosa, era una antigua fortaleza que había sido considerada a lo largo de la historia de Francia como un paso vital para introducirse en el centro del país: era la más imponente de las construidas por Luis XIV, y había permitido a Joffre recobrarse en el Marne. Por todo esto, los franceses se verían obligados a defender la plaza con todas sus fuerzas. Además la plaza estaba muy debilitada debido a que gran parte de sus piezas de artillería habían sido desplazadas de sus fortalezas para la ofensiva de Champagne, las tropas se hallaban aletargadas, y apenas había comunicaciones entre las fortalezas. Los alemanes habían reunido 140.000 hombres y unos 1.220 cañones de los mayores calibres para terminar de aniquilar este sector defensivo francés.

El ataque alemán se inició el 21 de febrero de 1916, con un retraso de varios días debido a las inclemencias meteorológicas. El 5º Ejército alemán bombardeó con dos millones de bombas un terreno de 40km durante dos días, causando unas 20.000 bajas a los franceses y conquistando una serie de aldeas en poco tiempo, lo que les permitió plantarse ante los fuertes que defendían la ciudad, siendo el más poderoso el más rápido en caer (Fort Douaumont), y controlando las líneas de suministro que llegaban desde el río Mosa. Los alemanes usaron lanzallamas contra las trincheras francesas. Este primer ataque duró hasta el 2 de marzo y las pérdidas fueron considerables para ambos bandos.

Pese a estos exitosos avances alemanes, la defensa francesa, organizada ahora por Petáin, desarrolló un sistema de rotación de efectivos y armas, que unido a la superioridad aérea francesa y al uso de vehículos civiles para el abastecimiento por la única carretera que no había sido destruida, provocó que el avance frontal germano fuera imposible. Los alemanes entonces se dedicaron a atacar los flancos y se lanzaron hacia la colina de Le mort Homme y a la cota 304 el 6 de marzo, y el día 8 a Fort Vaux. En tres meses los alemanes capturaron Cumières y Chattancourt en el oeste de Verdún, y Fort Vaux en el este sobre el 2 de junio.

El temor a la derrota comenzaba a planear en ambos bandos debido a las incontables bajas que se estaban produciendo, y Petáin y el príncipe Guillermo comenzaron a ser desplazados por los más crueles Robert Georges Nivelle y Von Knobelsdorf.

El siguiente objetivo alemán fue Fort Souville. El 22 de junio bombardearon las defensas francesas con Gas venenoso y al día siguiente atacaron con 60.000 hombres, tomando la batería de Thiaumont y la villa de Fleury, pero fueron incapaces de tomar Souville, y la lucha se prolongó hasta el 6 de septiembre.

Inesperadamente, el avance germano tuvo que ser paralizado debido al ataque realizado por el general ruso Brusilov sobre los austríacos, que obligó al desplazamiento de tres divisiones alemanas a la zona del ataque. La reanudación de la Batalla del Somme obligó a los alemanes a retirar algunas de sus piezas de artillería de Verdún para defenderse de la ofensiva anglo-francesa en el norte, justo en el momento en el que Petáin había solicitado a Joffre la retirada, y la moral francesa se encontraba por los suelos.

En otoño los soldados alemanes estaban exhaustos, y el comandante en jefe Von Falkenhayn había sido reemplazado en favor de Paul von Hindenburg y por su co-comandante Erich Ludendorff.

Los franceses lanzaron una contra-ofensiva en octubre de 1916. Fort Douaumont fue bombardeada duramente, y capturada el 24 de octubre. El 2 de noviembre los alemanes perdieron Fort Vaux y se retiraron. La batalla terminó el 11 de diciembre cuando los franceses lograron que los alemanes se retiraran a sus posiciones de febrero.

Los alemanes consiguieron más bajas del lado francés, a pesar de superar en número de soldados a los franceses y haberse retirado. Las bajas fueron espantosas en ambos bandos debido a nuevos tipos de armas como el lanzallamas y el gas venenoso. En ambas naciones quedó un sentimiento de abatimiento debido al enorme esfuerzo humano y bélico realizado para no obtener casi nada a cambio.

sábado, 2 de abril de 2011

Artículos destacados del día

Un nuevo frente: la guerra aérea

La Gran Guerra también se trasladó al cielo. Antes de la irrupción de los cazas, que intensificaron los combates, las ciudades fueron atacadas desde el aire por enormes dirigibles con estructura de aluminio, llenos de gas y demasiado vulnerables: los zeppelines

Dirigible Schutte-Lanz 11

Construido en 1911 con madera y alambre, ante la escasez de aluminio en Alemania, el 3 de septiembre de 1916 arrojó bombas incendiarias y explosivas sobre Inglaterra y fue derribado por la aviación británica. Tenía celdas que se rellenaban de hidrógeno, un gas tan inflamable que dejaría paso al helio. El consumo de combustible iba aligerando al zeppelín. Este ascenso se compensaba dejando escapar gas. Tenía una estructura de anillos o cuadernas maestras (circulares) se unían con la cuadernas intermedias (horizontales) y entre sí con las riostras (en forma de aspa). Luego se cubrían con planchas finas. El armamento además de las bombas tenía un puesto de tiro sobre la proa con dos ametralladoras Parabellum de 7,92 mm, sujetas en afustes orientales. La Barquilla motriz era el motor principal, tenía cuatro motores de émbolo Maybach HSLu con una potencia unitaria de 240 hp y un telégrafo de órdenes. Las restantes contaban también con hélice. En la barquilla de mando se manejaban los motores y la radio y se fijaba el rumbo -timones de altura y dirección, y aletas superior e inferior, todo ello en la popa-.

La progresión armamentística

Ametralladora: El holandés Anthony Fokker, ingeniero al servicio de Alemania, aplicó a sus aviones en 1915 el tiro de ametralladora sincronizado a través de la hélice.
Primeras bombas: En los inicios de la guerra aérea, los bombardeos eran efectuados manualmente por los pilotos.
Cañones antiaéreos: El carácter mortífero que fue adquirieron la aviación llevó a los ejércitos a desarrollar toda clase de cañones y baterías antiaéreas.

Un objetivo diferente al de la Segunda Guerra Mundial

Los bombardeos aéreos, ya practicados antes de 1914 por la aviación española sobre Marruecos y por la aviación búlgara sobre Rumanía, fueron anecdóticos en el transcurso de la Gran Guerra -. Los aviones se consagraron principalmente a combatir entre ellos.
Los aviones triplanos Fokker volaban a 4000 m de altura a 165 km/h, con una autonomía de vuelo de hora y media o 300 km. Sus dos ametralladoras tenían una capacidad de 500 disparos cada una.

El Barón Rojo, una leyenda de la aviación

El piloto alemán Manfred von Richthofen (1892-1918), llamado el Barón Rojo por el color de su avión, fue el combatiente más célebre de la Primera Guerra Mundial: abatió ochenta cazas rivales en su carrera, una plusmarca absoluta, antes de sucumbir al fuego cruzado de artilleros australianos y pilotos canadiense. Su trayectoria militar insufló moral de victoria al ejército alemán.
Caballeros del aire: Los hermanos Richthofen fueron fieles al código de honor de los primeros aviadores: nunca atacaban sin aviso y saludaban respetuosamente a su rival antes de batirse.
Al estallar la Gran Guerra, los aviones sólo cumplían tareas de observación, pero pronto surgieron los cazas, dotados de armamento. Su eficacia y el concepto de dominio del aire llevaron a los países beligerantes a construir 200.000 aviones entre 1914 y 1918. La aviación militar emprendió un desarrollo extraordinario.

Principios y evolución

Los dirigibles, de estructura rígida, eran propulsados por motores y hélices y gobernados por timones y aletas. Su cobertura de tela sujetaba una góndola de pasajeros que albergara el puente de mando. Se llenaban de un gas más ligero que el aire.
Los pioneros: Los primeros proyectos datan a finales del siglo 19. Algunos fueron tan insólitos como éste del alemán David Schwarz, construido en 1897.
Santos Dumont: La construcción de dirigibles no rígidos fue impulsada por el ingeniero brasileño Santos Dumont, aquí a bordo de un modelo que data de 1898.
Zeppelín LZ 1: El primer dirigible rígido de la historia fue creado por el oficial alemán Ferninand von Zeppelín (1900). Tenía estructura de aluminio y dos góndolas.
Parseval (PL): Modelo semirígido por la presión interna de gas, obra del oficial alemán Parseval (1906), convivió con los Zeppelín hasta el fin de la Gran Guerra.
Hindenburg: En 1937, el accidente del Hindenburg puso fin al transporte de pasajeros, usual en el período de entreguerras. Fallecieron 36 personas.

Batallas de la primera guerra mundial


La Batalla de Tsingtao consistió en el asalto aliado al puerto alemán de Tsingtao (actual Qingdao, en la península china de Shandong) en el marco de la Primera Guerra Mundial. El enfrentamiento culminó con la derrota alemana a manos de las fuerzas combinadas de Japón y el Reino Unido. Tsingtao fue la mayor batalla de la I Guerra Mundial librada en el frente de Extremo Oriente-Pacífico y la primera de la Historia en que se enfrentaron los ejércitos de Alemania y Japón.

Desde su unificación en 1871, el Imperio Alemán había caído en una espiral de militarismo y expansión territorial que pretendía situar al país entre las mayores potencias mundiales del momento, en pie de igualdad con los imperios británico y francés. Esto incluía el establecimiento de colonias en ultramar y la intervención en los asuntos internos de la debilitada China de los Qing. Tras el asesinato de dos de sus misioneros en 1897, los alemanes obligaron a los chinos a cederles la ciudad de Kiaochow, en la provincia de Shandong, durante un periodo de 99 años, una concesión similar a la que los británicos habían conseguido en los nuevos territorios de Hong Kong tras el final de la Segunda Guerra del Opio. Desde Kiaochow, los alemanes extendieron rápidamente su influencia al resto de Shandong y construyeron un importante puerto militar en Tsingtao, que se convirtió en la principal base de la Kaiserliche Marine en el Pacífico y el lugar desde donde se dirigían las colonias alemanas menores en Oceanía, como las Marianas recién adquiridas a España en 1899.

La presencia alemana en Shandong fue vista por las otras potencias europeas como una amenaza a sus intereses en China, por lo que comenzron a capturar una serie de localidades portuarias chinas como medio para reducir la influencia alemana sobre la región. Así, los británicos conquistaron Weihaiwei, los rusos Lüshunkou (conocida en Occidente como Port Arthur) y los franceses Kwang-Chou-Wan. Los británicos también establecieron cada vez relaciones más estrechas con los japoneses, la potencia emergente en la zona. El 30 de enero de 1902 se firmó la Alianza Anglo-Japonesa, que establecía la cooperación militar entre ambos países. Ésta se reforzó aún más tras la victoria japonesa en la guerra contra los rusos de 1905, que expulsó a éstos del Mar Amarillo y dio la bienvenida a Japón dentro del club de las grandes potencias.

Tras el estallido de la I Guerra Mundial en agosto de 1914, los británicos solicitaron rápidamente el apoyo japonés, en virtud de los tratados de cooperación entre ambos países. El militarismo se encontraba en auge en el país y el Primer Ministro, Okuma Shigenobu, pensó que podría frenar las aspiraciones de los militares sobre el gobierno japonés si mantenía una estrecha relación con los británicos. Por ello, Japón lanzó el 15 de agosto un ultimátum a Alemania exigiéndole la evacuación inmediata de las aguas sino-japonesas y la entrega de Tsingtao al gobierno japonés. El 23 de agosto expiró el plazo y Japón declaró la guerra a Alemania.

La declaración de guerra llegó en un momento en que Tsingtao no estaba especialmente protegido, pues la escuadra de Maximilian von Spee había dejado el puerto para asegurar las Islas Marianas frente a una posible invasión británica y desde allí (con la excepción del SMS Emden, que había partido hacia el Océano Índico), se había dirigido a las costas de Sudamérica, donde destruyó la obsoleta flota de Christopher Cradock en el sur de Chile antes de ser ella misma destruida en un intento por capturar las Islas Malvinas.

El primer movimiento de la Armada Imperial Japonesa consistió en el envío de una flota dirigida por el Vicealmirante Sadakichi Kato a la bahía de Jiaozhou con el fin de bloquear Tsingtao, lo cual comenzó a realizarse el 27 de agosto. En el curso de estas operaciones, la Royal Navy cedió a los japoneses el pre-dreadnought HMS Triumph y el destructor HMS Usk, con el fin de reforzar la flota japonesa, algo obsoleta en comparación con la de las grandes potencias de Europa Occidental. No obstante, los japoneses disponían en ese momento de algunos barcos modernos que también emplearon en la batalla, como el Wakamiya, capaz de portar hidroaviones, los dreadnoughts Kawachi y Settsu y el crucero de batalla Kongo.

A partir del 2 de septiembre se produjeron desembarcos de la 18ª División de Infantería del Ejército Japonés en Lungkou y la bahía de Laoshan, ambas en la península de Shangdong y no lejos de Tsingtao. Los japoneses sumaban un total de 23000 hombres y 142 piezas de artillería; frente a ellos, el Capitán-Gobernador de Tsingtao, Alfred Meyer-Waldeck, apenas contaba con una guarnición de 3000 alemanes apoyados por menos de 1000 chinos y austrohúngaros. En el puerto permanecían algunas naves obsoletas entre las que se encontraba el crucero protegido austro-húngaro Kaiserin Elizabeth, cuya tripulación luchó en tierra junto a las tropas alemanas.

Con el fin de no dejar toda la situación en manos de los japoneses (que probablemente exigirían todo tipo de concesiones en la zona si obtenían una victoria en solitario), los británicos enviaron un contingente simbólico de 1500 hombres desde Tianjin (donde se encontraban como parte de la fuerza estacionada allí desde la supresión de la Rebelión de los Bóxers), comandados por el Brigadier-General Nathaniel Walter Barnardiston.

El gobierno de China, que en esos momentos era neutral en la guerra, protestó por el uso de su territorio a manos de los ejércitos extranjeros, pero no pudo hacer otra cosa más allá de la diplomacia. Como en tiempos de la recién derrocada dinastía Qing, el país seguía siendo sumamente débil e incapaz de oponerse a las injerencias foráneas.

Los alemanes habían sopesado la posibilidad de emprender un ataque preventivo sobre la colonia británica de Weihawei con el fin de sorprender al enemigo, pero esto se rechazó ante la falta de hombres y, sobre todo, municiones. Dividir la guarnición con el fin de iniciar una expedición de éxito más que dudoso no habría hecho otra cosa que complicar aún más su débil situación. Además, el ejército japonés y sus tácticas de combate eran un completo misterio para los alemanes, que nunca se habían enfrentado a ellos, y no había manera de saber si en ese momento optarían por un asalto anfibio directo o un asedio convencional desde tierra. En este caso, era imprescindible saber dónde estaban desembarcando los japoneses (si es que lo hacían), cosa que evidentemente, los alemanes no podían conocer. Durante la tensa espera que siguió al bloqueo del puerto sin que se iniciasen los combates, comenzaron a proliferar todo tipo de especulaciones y rumores entre las filas alemanas, totalmente aisladas del exterior. ¿Estaría de camino la flota de Von Spee tras destruir a los británicos, y los japoneses no se atrevían a atacar con ella en las inmediaciones? ¿Habría presionado Estados Unidos a Japón para que volviese a la no-beligerancia? ¿Sería acaso cierta la historia de que un señor de la guerra chino, descontento con los ingleses, había atacado a las guarniciones británicas en el país y puesto una fuerza de hasta 80,000 hombres al servicio de Alemania?

El retraso japonés al realizar el asalto se debía a dos razones: el pésimo tiempo en la zona, azotada en ese momento por las inundaciones provocadas por un tifón, y la excesiva cautela de los japoneses, que sopesaban la posibilidad de caer en una emboscada alemana de un momento a otro. El 13 de septiembre, ambos bandos se vieron por fin las caras, al producirse el asalto de un puesto de guardia alemán en Tsimo, en la frontera del protectorado, a manos de un cuerpo de la caballería japonesa. Tras una pequeña escaramuza, los alemanes abandonaron la posición y se retiraron hacia Tsingtao. Los japoneses avanzaron entonces, cortaron la línea de ferrocarril de Shangtung, y trataron seguidamente de bloquear las carreteras construidas por los alemanes, aislando de forma completa el enclave. El 18 de septiembre la flota japonesa abrió fuego contra la playa de Lao Schan y la infantería se desplegó con el fin de asegurar el control sobre Tsimo. Un nuevo enfrentamiento con otro puesto de vigilancia alemán en el paso de Hotung, esta vez más violento, dio lugar al comienzo formal del asedio.

Mayer-Waldeck decidió retirar sus fuerzas de la primera línea de defensa y concentrarlas en la segunda y tercera, con el fin de garantizar una defensa más compacta. El conocer la situación en las filas enemigas comenzó a ser entonces un problema para ambos bandos, pero gracias al uso de hidroaviones, los japoneses consiguieron una información mejor de la situación de los barcos, defensas y daños causados a los alemanes. Los dos bandos trataron así mismo de conseguir información por medio de los civiles chinos en la zona, convertidos en improvisados espías. Por lo general, éstos se decantaron del bando japonés, pues estaban descontentos con la prepotencia mostrada por los alemanes desde que invadieran la zona 17 años antes. La información que brindaban a los alemanes acerca de las bajas japonesas era siempre exagerada. Es posible que estas informaciones animaran a Mayer-Waldeck a realizar un pequeño contraataque en las cercanías de Tsimo, a cargo de una pequeña fuerza de 130 hombres apoyados por 4 ametralladoras que atacó por sorpresa un puesto avanzado japonés. No obstante, los japoneses mantuvieron la calma y obligaron a los alemanes a retirarse de nuevo. Poco después llegaron a Lao Schan los refuerzos británicos.

El 26 de septiembre Kamio ordenó un avance general. Se sucedieron escaramuzas de diversa consideración en el camino, pero poco a poco los puestos alemanes de la segunda línea fueron cayendo uno tras otro, muchos de ellos sin derramamiento de sangre, simplemente abandonados por los alemanes, que se retiraban hacia la última línea de defensa. Los barcos alemanes fondeados en el puerto abrieron fuego y destruyeron un puesto japonés levantado sobre una colina; esto hizo que Kamio ordenara entonces a Kato que bombardease la flotilla enemiga.

Los días 27 y 28 de septiembre el tiempo empeoró aún más, pero los japoneses decidieron proseguir con su avance, incluso en medio de la noche. Kamio ordenó atacar entonces la pequeña fortaleza de la colina Príncipe Heinrich (última de importancia en la segunda línea de defensa), en la que los alemanes ofrecieron una resistecia más dura de la esperada. El combate, prácticamente a oscuras, se saldó con la muerte de 24 japoneses y 6 alemanes. Los 54 germanos restantes ofrecieron entonces entregar la posición a cambio de que se les permitiese retroceder a Tsingtao, cosa que los japoneses no aceptaron, por lo que fueron hechos prisioneros por los nipones. Por otra parte, el fuego aliado sobre los barcos alemanes obligó a éstos a retirarse a su vez hacia el interior del puerto.

Los alemanes emprendieron un nuevo contraataque el 2 de octubre, enviando 3 compañías para comprobar la situación. Una encontró una trinchera japonesa vacía, mientras que las otras fueron sorprendidas por tropas enemigas, iniciándose un combate que se saldó con 29 soldados alemanes caídos y 6 prisioneros. No obstante, los alemanes (seguramente espoleados por los falsos informes chinos) calificaron la acción como un éxito al creer que habían infringido graves bajas al enemigo. La llegada de los británicos fue interpretada erróneamente como un indicativo de que los japoneses estaban siendo sobrepasados y necesitaban refuerzos. La momentánea inutilización del Triumph, que debió retirarse de los enfrentamientos en el puerto, fue también vista como un nuevo rayo de esperanza, aunque la nave fue reparada y volvió a su puesto en poco tiempo.

El 15 de octubre se produjo la llegada de un nuevo tifón que produjo aún más inundaciones y 25 soldados japoneses murieron ahogados. No fue el único revés para los aliados: dos días más tarde, el viejo destructor alemán S90 rompió el bloqueo aliado sobre el puerto al lanzar un torpedo contra el crucero ligero Takachiho, hundiéndolo y escapando en busca de otro puerto chino en medio de la noche. Junto con el barco japonés se hundieron 253 de los 256 hombres que componían su tripulación. Sin embargo, este éxito comprometió a su vez la seguridad del puerto alemán, ya que sólo quedaban dos barcos en pie que defendiesen éste: el Jaguar y el Kaiserin Elizabeth. El 22 de octubre 80 soldados alemanes dirigieron un último ataque sobre las filas japonesas, pero fueron fácilmente repelidos.

Entre el 29 y 31 de octubre, con el temporal ya extinto, los navíos japoneses al completo iniciaron un nuevo bombardeo masivo de la fortificación alemanas, mientras que la artillería japonesa hacía lo propio desde tierra. Esto destruyó por entero las defensas alemanas. Los proyectiles, grandes obuses de 11 pulgadas, siguieron lanzándose de forma continua tanto de día como de noche, con el fin de evitar que los sitiados pudieran realizar reparaciones de ningún tipo. Protegida por el fuego de sus compañeros, la infantería japonesa cavó nuevas líneas de trincheras que cerraban cada vez más el cerco sobre Tsingtao. Tras intercambiar disparos con una patrulla de reconocimiento japonesa, Meyer-Waldeck decidió que las tripulaciones del Jaguar y el Kaiserin Elizabeth (que ya no podían hacer gran cosa en el mar) tomaran tierra y se sumasen a la defensa en las líneas.

El mando japonés ordenó entonces que cada día se avanzase 300 metros, al término de los cuales se cavaría una nueva línea de trincheras. El amanecer del 4 de noviembre una compañía de infantería e ingenieros atacó la estación de bombeo que surtía de agua a la fortaleza y la tomó sin grandes problemas junto con 21 prisioneros. Los alemanes tuvieron que hacer uso entonces de los pozos de emergencia que había en el interior de la base para no morir de sed. Esa noche, los refuerzos británicos (que avanzaban a la par que sus aliados japoneses, pero de forma separada) se encontraron con una zona en la que el nivel freático era demasiado alto como para poder excavar trincheras. El desconcierto desatado en las filas inglesas fue aprovechado por los alemanes, que les causaron 8 muertos y 18 heridos antes de hacerlos retroceder. Este incidente provocó nuevas disputas entre los dos mandos aliados, que se acusaron mutuamente de romper la línea de avance.

No obstante, las operaciones militares prosiguieron como estaba previsto y al día siguiente se consiguió destruir la última batería alemana que quedaba operativa sobre el puerto. Para entonces buena parte de las fortificaciones alemanas estaban en ruinas y era ya obvio que el desenlace se acercaba. Meyer-Waldeck envió entonces su último informe a China, desde donde se retransmitió a Alemania, y esperó el asalto final que se produciría la noche del 6 de noviembre.

Tras algunas maniobras de reconocimiento de la infantería japonesa en las que se intentaba encontrar puntos débiles en la defensa alemana, las tropas aliadas se abalanzaron sobre la última línea de defensa y consiguieron romperla. Los combates se produjeron en su mayor parte en las zonas de acceso a los búnkeres que servían de último refugio a los sitiados y se redujeron en su mayor parte a cargas de bayoneta, ya que la oscuridad y lo angosto del campo de batalla impedían realizar un gran número de disparos. Incluso se produjo un combate a espada entre un capitán japonés y un teniente germano. Para la mañana del 7 de noviembre, los británicos y japoneses ya controlaban Tsingtao. Meyer-Waldeck ordenó entonces la rendición de la plaza y las tropas que aún combatían. Las últimas bajas de la batalla las pondría la tripulación de un torpedero japonés que chocó contra una mina cuando trataba de fondear en el puerto, el 10 de noviembre.

Los sitiados perdieron 199 hombres y el resto fueron hechos prisioneros. Por su parte, los británicos tuvieron sólo 16 muertos, mientras que los japoneses fueron los peor parados con 3 naves hundidas y más de 700 caídos. Aún así, los costes fueron escasos para los vencedores si se tiene en cuenta que lo que estaban asaltando era una gran fortaleza y base naval. Durante años, los medios alemanes propagarían la falsa información de que la batalla de Tsingtao había costado cerca de 12,000 bajas a los aliados. El puerto fue cedido a los japoneses, y los barcos que todavía eran aprovechables (como el Kaiserin Elizabeth) fueron confiscados por los británicos, que los usarían en la contienda.

La caída de Tsingtao, alrededor de dos meses después de la conquista de la Nueva Guinea Alemana por fuerzas australianas, terminó con la última gran base alemana en el Pacífico. En los días siguientes se produciría la fácil ocupación de las últimas colonias alemanas en la zona como las islas Salomón, las Marianas, Carolinas, Palau y Marshall, en su mayoría por fuerzas japonesas. Debido a esta participación, Japón fue uno de los "cinco grandes" que firmaron el Tratado de Versalles en 1919 y, ya como superpotencia, pudo anexar los territorios ocupados como colonias propias y dar rienda suelta a su expansión sobre China (a la que ya había forzado a aceptar las abusivas Veintiuna demandas en 1915, aunque los occidentales obligaron a los japoneses a retractarse poco después) sin que ninguna potencia occidental tuviese la intención de impedírselo realmente. El expansionismo japonés, que finalmente ocasionaría la rotura de la alianza anglo-japonesa en 1921, la salida de Japón de la Sociedad de Naciones en 1933, la Segunda Guerra Sino-Japonesa (1937-1945) y la entrada de Japón en la Segunda Guerra Mundial a partir de 1941, no habría podido desarrollarse de la misma manera si Alemania hubiese podido retener Tsingtao, o si ésta hubiese caído en manos británicas de haberse mantenido Japón en la neutralidad.

Imagen: Mapa alemán de Tsingtao, 1912