martes, 14 de agosto de 2012

El reparto del Imperio otomano 2ª parte


El fin del Imperio otomano

Tras la capitulación de Mudros, en octubre de 1918, los aliados iniciaron la ocupación de los territorios sometidos según el acuerdo citado. Después de la victoria aliada, el 10 de agosto de 1920, se firmó el tratado de Sévres que imponía a Turquía la cesión de Tracia y la región de Izmir a Grecia; el control aliado en una vasta zona de los estrechos, incluida Estambul; la concesión de una autonomía al Kurdistán; el reconocimiento de la independencia de Armenia y la no injerencia en las aspiraciones sobre Kuwait por parte de Iraq, que se consideraba auténtico heredero del antiguo Imperio otomano.
Mustafá Kemal Attaturk, figura emblemática de la modernización turca, forzó una revisión del tratado de Sévres, que cristalizó en una nuevo tratado, firmado el 14 de julio de 1923, en Lausana, por Turquía, Gran Bretaña, Francia, Italia, Japón, Grecia, Rumanía y el reino servo-croata-esloveno.Por este acuerdo, Turquía conservaba Izmir, Estambul y Edirne, pero perdía la región petrolífera de Mosul, que fue anexada a Iraq bajo mandato británico, el 29 se septiembre de 1923, la asamblea proclamó la República de Turquía.
En el marco de la Primera Guerra Mundial, Gran Bretaña había impuesto su protectorado sobre Egipto. Al finalizar la contienda, ganó terreno un movimiento nacionalista que se expresó en el partido Wafd. Ante el riesgo de estallidos graves, el 28 de febrero de 1922, Gran Bretaña declaró unilateral mente la independencia de Egipto, reservándose la "codeterminación" del canal de Suez.
Desde entonces, la soberanía sobre el canal se convirtió en motivo de constante fricción entre británicos y nacionalistas egipcios. El Sudán fue proclamado un condominio egipcio-británico, aunque por el tratado bilateral del 26 de agosto de 1936, Egipto se comprometía a poner a disposición de Gran Bretaña todos sus territorios. La presencia militar británica se concentró en la zona del canal, y el banco nacional quedó en sus manos. En 1937, bajo el reinado de Faruk, hijo de Fu'ad, el partido Wafd se escindió. Su sector más nacionalista, para contrarrestar el control británico, se acercó a la Alemania nazi. Pero, por el tratado de 1936, Egipto se vio obligado a alinearse junto a los aliados al estallar la Segunda Guerra Mundial.
El resto de los países árabes siguió un destino similar. En junio de 1919, el emir Feisal convocó en Siria una asamblea para reclamar la independencia de los territorios de la llamada "Media Luna fértil", que comprendía la actual Siria, el Líbano y Palestina. El 20 de marzo de 1920, Feisal se proclamó rey de Siria, pero a los cuatro meses fue expulsado por tropas francesas que ocuparon Damasco. El Líbano y Palestina fueron segregados, y Siria quedó bajo mandato de Francia, que entre 1925 y 1927 reprimió con dureza una sublevación independentista drusa. Por la conferencia de San Remo, reunida en 1920, Líbano también quedó bajo mandato francés. En 1926, el país se convirtió en república.
En 1920, estalló en Iraq una fuerte rebelión nacionalista contra el mandato británico. Gran Bretaña la reprimió y luego impuso una monarquía constitucional, cuyo trono fue confiado a Feisal, de la dinastía hachemita.
En Arabia, en 1916, Husain I, emir de La Meca y aliado de Gran Bretaña, convocó a la rebelión contra el dominio turco, con la promesa de un gran estado panárabe. Al terminar la contienda, dicha promesa no sólo fue incumplida, sino que Gran Bretaña, regida por el principio de dividir para gobernar, movilizó contra él a Ibn Saud, sultán wahabí de Nayd, quien le declaró la guerra santa. Husain I, que se había nombrado califa de todo el islam, se vio obligado a abdicar. El 8 de enero de 1926, Ibn Saud se hizo nombrar rey de Hiyaz y de Nayd, territorios que, con el agregado del emirato de Asir en 1932, se convirtieron en el reino de Arabia Saudita.      

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